Por la Dra. Luciana Guanchiale (*) Se denomina linfoma a un tipo de cáncer que afecta al sistema inmunitario, que es el que se encarga de la defensa del organismo. Este sistema es más difícil de reconocer a simple vista, ya que está formado por los ganglios linfáticos, el bazo, el timo y la médula ósea. El linfoma puede afectar a esas zonas, así como también otros órganos del cuerpo. Existen muchos subtipos de linfoma; más de 50. Los más conocidos son el Linfoma de Hodgkin (antes conocido como “enfermedad de Hodgkin”) y el Linfoma no hodgkin, que hacen referencia en realidad a dos grupos de linfomas.
El linfoma folicular es el 2° subtipo de linfoma más común, abarcando el 22% de los casos de linfomas y el 3% entre todos los cánceres. Se lo denomina así por el sitio en el que se desarrolla el linfocito B que le da origen (mayormente en los ganglios linfáticos) y por su particular forma de crecimiento (este sitio es en el centro germinal del folículo linfoide, que es una región determinada dentro del ganglio y que crece por lo general formando folículos, que son formaciones de apariencia redondeada al microscopio).
Suele manifestarse a una edad promedio de 60 años (aunque el rango etario puede variar entre los 40 y los 80 años) y afecta a ambos géneros, con una ligera predominancia en varones (1,7 pacientes varones por cada mujer). Se lo considera un linfoma “indolente” ya que presenta un bajo nivel de agresividad y se desarrolla lentamente (entre 10 y 12 años).
Los síntomas son muy variables, pero los más comunes a los cuáles estar alerta son: fiebre inexplicable, pérdida de peso injustificada (10% entre 3 y 6 meses) y sudoración profusa. Generalmente, cuando el paciente es diagnosticado, en el 80% de los casos la enfermedad ya está diseminada en los ganglios periféricos (los que pueden tocarse) y centrales (tórax y abdomen).
Como la enfermedad se presenta con una amplia variedad de manifestaciones, en un extenso rango etario y con una variabilidad biológica diversa, no se puede pensar en un único tratamiento estándar de inicio. Existen sí, recomendaciones aceptadas mundialmente. El tratamiento individualizado va a ser definido en conjunto entre el profesional y el paciente, siendo este último quien tiene la decisión final. En dicha elección, prevalece aún el principio de incurabilidad (aunque actualmente cuestionado, ya que se ha demostrado que los linfomas pueden curarse); por lo que se prioriza disminuir la toxicidad del tratamiento. Muchos de los tratamientos como las quimioterapias, inmunoterapias o radioterapias suelen ser bastante agresivos; por ello, en el caso de linfomas foliculares es normal que no se indiquen tratamientos durante períodos prolongados, pero manteniendo siempre los controles.
Recientemente ha surgido una nueva generación de tratamientos denominados Chemo Free (libre de quimioterapia) que, si bien mantienen algunos niveles bajos de toxicidad, prometen alta efectividad: Obinutuzumab, Lenalidomida e Idelalisib (aprobado recientemente por la ANMAT) son algunos de ellos. Se utilizan en tratamientos más dirigidos (también llamados “blanco” o “target”), generalmente en pacientes en recaída que ya han usado la inmunoquimoterapia; pero rara vez como primera línea.
En síntesis, el linfoma folicular sigue siendo un desafío terapéutico. Existen etapas de tratamiento y etapas libres de ellos. Su pronóstico en los últimos 20 años ha mejorado sustancialmente y se habla en algunos casos de curación. Las nuevas terapias permiten a los pacientes el control de la enfermedad más allá de las terceras recaídas, con buenas tolerancias a los tratamientos. Para mayor información es recomendable consultar a su especialista o asesorarse con la Asociación Civil Linfomas Argentina (www.linfomasargentina.org), quienes desde hace más de 15 años se dedican a divulgar información y ofrecer orientación a pacientes con linfoma, mielofibrosis y síndromes mielodisplásicos y sus familias.
M.P. 28.383 – M.E. 15.502. Médica Invitada de la Asociación Civil Linfomas Argentina (ACLA).Especialista en Medicina Interna y Hematología del Servicio de Oncología y Hematología del Hospital Privado Universitario de Córdoba.